martes, 25 de noviembre de 2014

Cronopíldoras: Las fronteras del tiempo ahora también en Facebook

He de reconocerlo, cuando empecé esta bitácora no me imaginaba la gran variedad de información que podría llegar a albergar. Aquí tengo todo el tiempo del mundo gracias a mi De Lorean, pero no el espacio, así que he decidido abrir una filial del blog en Facebook para cronopíldoras. Allí encontraréis todo lo que necesitáis saber sobre #lasfronterasdeltiempo a diario: Actualidad, citas célebres, viajeros en el tiempo, documentales...




miércoles, 19 de noviembre de 2014

Deja vu: en vez de dos, ponga tres (o más)

Qué distinto es ver una película sobre viajes en el tiempo como afición a hacerlo con ojos críticos para este blog. Creedme. Deja vu (2006) me dejó más fría la primera vez que la vi por eso, porque al margen de los fallos de argumento no entendí el mensaje oculto que subyacía, cosa que si hice cuando la revisé el domingo en Cuatro. Aunque lo mismo no existe tal subtexto y soy yo que me estoy volviendo algo cronoparanoica.

Os pondré en antecedentes para los (pocos) que no la conozcáis. Denzel Washington, alias teniente Douglas Carlin, es un artificiero forense de Nueva Orleans que acude al lugar donde un ferry ha saltado por los aires a fin de descubrir el cómo y el quién de la sangría. Una vez allí, el FBI, liderado por Val Kilmer, le ficha para que les asesore en la investigación para la que van a utilizar una "nueva tecnología" denominada Blancanieves. Ésta, en un principio se nos vende como un complejo sistema de visualización triangulada de imágenes producidas hace cuatro días y medio, cuando en realidad, y como Tony Scott nos desvelará más adelante, es un agujero de gusano que permite no sólo ver, sino mandar mensajes e incluso viajar al pasado.

La subtrama, cómo no, es de amor. Nuestro querido Denzel Washington, alias Denzel Washington, comienza a tirar del hilo de lo que ha podido pasar investigando el pasado de una de las víctimas mortales. Su fallecimiento resulta ser previo al accidente y su pasado se convierte en el centro de la investigación. Qué hace, con quién se relaciona... Y sorpresa; poco a poco empezamos a descubrir pequeños detalles que no cuadran: un mensaje de advertencia en el congelador, una llamada al móvil del teniente y unas vendas ensangrentadas.

Val Kilmer controla el agujero de gusano "Blancanieves" 
Según avanza la trama vivimos en dos tiempos la misma historia y nos movemos hacia adelante y hacia atrás hasta presenciar el verdadero viaje en el tiempo de Washington, que corrobora -oh, qué original- que es él el que deja el texto en el frigorífico, el que se llama así mismo desde la casa de la víctima y el herido que deja rastros en la papelera de su baño... O lo que es lo mismo, cuando viaja comprueba que lo que había visto antes indicaba que ya había estado allí y, salvo una frase que enuncia en un momento de lucidez -nada está cambiando-, te das cuenta de que solo estas viendo una parte del mismo círculo que se repite una y otra vez.

Así las cosas, nos damos cuenta de que la película no es un deja vu, es un auténtico bucle. Si nos atenemos al argumento que os acabo de contar el atentado se produce pese al viaje en el tiempo ya que el protagonista está presente en ambos tiempos desde el principio de la película y no puede evitarlo... solo que el director nos lo cuenta 'a mitad' del mismo y no lo descubrimos hasta el final.Todo se repetiría ad infinitum a no ser que...

A no ser qué en uno de los viajes haga algo diferente la masacre está condenada a repetirse. Y, como al final de la película, obviamente, se salvan todos ha tenido que pasar distinto que no hemos podido ver, ha tenido que haber tres Denzel Washington y morir dos, aunque en este caso solo muera uno (el viajero original). Perdón, spoiler.

Obviamente, os he hecho un súper resumen y la película original está trufada de detalles por los que merece la pena verla más desde un punto de vista condescendiente que crítico. Si lo haces a partir de este último punto llegarás a la misma conclusión que yo. Y si no, lo dicho, me he vuelto una auténtica cronoparanoica. 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Interstellar, explorando la cuarta dimensión

Hacía años terráqueos que una película de más de dos horas de duración se me hacía corta. Quizá porque Interstellar son varias cintas unidas a modo patchwork que, sin pretenderlo, nos abren diferentes vías para pensar, aunque lo último que nos apetezca al salir del cine sea eso, darle más vueltas y entrar en un bucle sin sentido explicando lo hasta ahora inexplicable. Básicamente porque nuestro nivel sobre física cuántica es, y perdón por el guiño, aún muy relativo.

A priori, las propuestas que nos hace Christopher Nolan son sencillas. Un mundo apocalíptico en el que las plagas y los fenómenos atmosféricos hacen imposible la supervivencia de la Humanidad a más de cincuenta años vista -pero que nosotros ya hemos visto en infinidad de películas recientes- y un pasaje, agujero de gusano mediante, para explorar otros universos a fin de encontrar un nuevo comienzo para ésta en un planeta virgen. Nada nuevo bajo nuestro sol, sobre todo si, como yo, se tiene reciente After Earth y Elysium. Sin embargo, el director no nos presenta una aventura espacial al uso, sino que nos sumerge, literalmente, en un viaje interdimensional en el que lo físico pasa a un segundo plano, aunque sirva para ilustrar lo que hasta ahora pocos cineastas hayan sabido contar. 


Y es que el agujero de gusano, que no sabemos quién lo ha puesto ni por qué hasta el final de la cinta, evoluciona de simple puente intergaláctico a auténtico protagonista, y nos hace adentrarnos en tres argumentos completamente distintos. El del protagonista -Matthew McConaughey repitiendo el papel de Contact pero que nos creemos  más porque tiene arrugas y un Oscar-, que ve como el transcurrir de su horas no coincide con el de sus hijos por mor de la gravedad; el de la salvación de la Humanidad vía valores y sacrificio personal, y el que más nos incumbe en este blog, el viaje en el tiempo, aunque aquí se entienda más como salto entre dimensiones.


Este desdoblamiento argumental sirve a Nolan para cruzar varias veces el umbral de la lógica clásica y presentarnos todo el abanico de posibilidades que da la idiosincrasia del cronoviaje, léase la comunicación transtemporal o la representación caleidoscópica y muy física del multiverso. Aunque se olvida, y ahí está el único error de la cinta, de plantear cualquier paradoja que pueda dejar sin respuesta a las preguntas que enuncia al principio y que intenta contestar al final. Ni siquiera se atreve a pasar de puntillas por cualquier ruptura del continuo, y menos aún, por esbozar la cuestión que debiera subyacer en su grandilocuente obra: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Al contrario, Interestellar busca el círculo perfecto, como el de sus naves, que giran ad infinitum, gracias a una gravedad, cuya fórmula, según el director, reduce el amor a una dimensión. 

Al margen de esta circunstancia -el huir de cualquier posible fisura y  sentimiento a excepción del paternofilial-, la película tiene todos los aciertos para poder compararla con "2001 Odisea del espacio" y Encuentros en la Tercera Fase, vía tecnología al servicio de la filosofía -no os perdáis a Tars, el robot- y omisión voluntaria de efectivos monstruos alienígenas. Un Nolan que, además, vuelve por sus fueros de los diferentes planos de consciencia ("Origen") y duplicidades ("El Prestigio"), y que firma, si me permitís, su mejor historia hasta el momento.  

lunes, 3 de noviembre de 2014

Tempus, otra de viajes en el tiempo en el idioma de Cervantes

¿Para qué viajar en el tiempo? Hace meses que me hago la misma pregunta. Supongo que depende; conocer un futuro al que no llegaremos, presenciar un acontecimiento histórico, rectificar un error personal o familiar... Algo tengo claro; todos encontraríamos un motivo, cualquiera que fuera nuestra naturaleza. Todos, salvo que perteneciéramos a una en particular, que fuéramos inmortales. ¿Sería necesario añadir o restar horas al reloj si tuviéramos todo el tiempo del mundo?


En mi modesta opinión, no; pero Nerea Riesco parece haber pensado lo contrario colocando esta raza como protagonista de su última novela, Tempus. Y no yerra del todo. Porque, pese a que el argumento no descansa sobre un 'simple mortal' —como debiera ser en este tipo de narraciones para no restar protagonismo al propio género—,  su base científica —la del cronoviaje, no la de la inmortalidad— salva la historia con creces. 

En realidad, la trama es muy sencilla. Tempus narra las vicisitudes de un inmortal y la hija de un científico antes de emprender un viaje de regreso al pasado para impedir los abusos de los suyos a través de los siglos. En el periplo se topa con la policía y sus compañeros de raza. Pero lo mejor es que también lo hace con la ciencia.

Y ese es el quid de la novela. Solo por su base divulgativa merece la pena recorrer las subtramas trastemporales del resto de  inmortales y un escenario que, por intentar en ambos casos resultar fáciles de identificar, se hacen demasiado reiterativos. Más allá de ese marco, la autora bucea en la física cuántica con mayúsculas, no la de bolsillo, sino la más farragosamente bella, para explicarnos cómo, cuándo y por qué, podríamos viajar en el tiempo.

Hay algunos críticos que, precisamente han tachado esta parte de excesivamente densa, pero no opino lo mismo. Ya era hora de que una novela de género abordara el salto temporal con conocimiento de causa y no con fórmulas falsas cuya complejidad evita que nos demos cuenta de lo absurdo de su planteamiento. No. Nerea Riesco nos lleva, metafórica y literalmente al CERN y nos pone al servicio de sus investigaciones y las de sus asesores.

Lástima que Tempus sea una novela "calcetín" y que, al concluirla, te apetezca que la autora la hubiera dado la vuelta y hubiera empezado precisamente donde concluye, en una visión caleidoscópica del tiempo realmente excitante. ¿Quién sabe? Quizá así pueda explotar al inmortal y ya intemporal protagonista. Lo mismo es el inicio de una saga... Eso sí, esperemos que en el apartado rosa, los amantes esta vez sean de distinta línea temporal; sería sublime.