domingo, 29 de junio de 2014

Los héroes del tiempo o el pasado de Terry Gilliam

No, no voy a hablar de Doce Monos. Años antes de que el más pasado de los Monty Python firmara este gran clásico de los viajes en el tiempo, ya había hecho varios pinitos en corto y uno, a modo secuoya regada con ácido, en el largo.  Me refiero a Los Héroes del Tiempo (Time Bandits), de 1981. Película que bebe del absurdo de los apóstoles de humor británico de los setenta y a la que, además de lo miembros más destacados del grupo -John Cleese, Michael Palin-, se le suma todo el imaginario del Gilliam posterior -Varón Munchaussen y Rey pescador- sin refinar. Ah, y George Harrison en la producción, ojo al dato.

La historia es de traca. Narra las peripecias de un niño al que le sale un grupo de enanos, muy narnianos ellos, del armario de su cuarto y se ve obligado a pregrinar junto a ellos por la Historia y la Mitología robando unas cuantas fruslerías -a saber, la Mona Lisa, el bicornio de Napoleón....- para acabar decidiendo el destino del universo en el Templo de la Oscuridad Total. La naturaleza de los viajes es quizá lo menos original de toda esta locura, son agujeros de gusano con Fx de segunda. Pero Gilliam se cuida mucho de dar una explicación muy a su estilo: El Creador, al construir en solo siete días el mundo, se dejó alguna puertecilla abierta y los enanos, de profesión 'chapuzas del universo', tienen la misión de ir cerrándolas. Pero no lo hacen, porque a ellos lo que les gusta es diseñar árboles y deciden robar el mapa del tiempo para, gracias a él, hacerse con un buen botín.

Los enanos, sus gorros de ladrones trastemporales y el mapa de agujeros de gusano

En realidad, por mucho que me pese de cara a este blog, la trama es una simple excusa para poner en solfa el consumismo atroz -toda las escenas del presente están forradas de plástico— y la obsesión de la tecnología de principios de los ochenta —desde el microondas hasta el robot de cocina, hoy Thermomix—. A falta de paradojas, algo de crítica social, supongo. Aunque he de decir que el responsable de Brazil se acerca a ella con la mejor de las fantasías postmodernas y un humor que, sin llegar a ser The Flying Circus, es digno de tener su sitio entre los clásicos. "¿Conoce usted a los pobres? Permítame que se los presente", le dice Robin Hood /John Cleese, al protagonista; "A Dios no le interesa el silicio", comenta el amo de la Fortaleza de la Oscuridad Total. La aparición estelar de Sean Connery como el rey Agamenón es ya de por sí toda una chufla. "¿Y qué hacías tú en Grecia? -le pregunta uno de los enanos al niño mientras se hunde el Titanic-. Es el país más pobre y que da más quebraderos a  Europa". Ahí lo dejo.



domingo, 22 de junio de 2014

La paga y la ilusión del viaje en el tiempo

Tengo al retortero varios posts, uno de ellos, mi nada halagüeña impresión acerca de "X-Men: Días de Futuro Pasado", que me dejó más fría que un soplido del Hombre de Hielo y que utiliza el viaje en el tiempo como excusa barata para resucitar personajes (ni si quiera es una percha para el reboot). Pero precisamente esa sensación de querer y no poder es la que me lleva a escribir sobre una ingeniosa historia que, de otra manera, quizá no hubiera abordado nunca. Se trata del cómic ciencia ficción La paga, escrito por Philip K. Dick, publicado en 1952 y que fue adaptado al cine en 2003 bajo la batuta de John Woo y con el título de Paycheck.

La pillé por casualidad en La Sexta el viernes y, aunque ya la había visto y me conocía el relato de memoria, me llamó poderosamente la atención en contraste con el fiasco de X-Men. Aquí no nos transportamos a futuro o al pasado, es verdad. Pero a diferencia de la anterior, el movimiento a través de los meses y años, hacia adelante y hacia atrás, es mucho más consistente y lleno de matices. Todo un hallazgo para el subgénero: la ilusión del viaje en el tiempo.

Para ello, Phillip K Dick, nos mete casi literalmente en la piel de Michael Jennings, un ambicioso ingeniero electrónico que trabaja puntualmente para grandes compañías. En ellas, desarrolla proyectos hipersecretos de los que luego no puede recordar nada, borrado de cerebro mediante. La mayoría de las veces son  uno o dos meses los que 'pierde' a cambio de una sustanciosa suma metida en un sobre. Sin embargo, la historia en la que se centra el relato, y también la película, es la de un 'trabajo' que parece más ambicioso; dos años, tras los que el protagonista no recibe una paga, sino un paquete con un par de decenas de objetos aparentemente sin sentido.

Peter Jennings (Ben Affleck) haciéndose un détox de recuerdos en Paycheck
Poco a poco, Jennings descubre cómo cada uno de estos le es de utilidad para escapar de una situación que no controla. El FBI le sigue la pista y sus antiguos compañeros de negocio quieren acabar con él. ¿Quién le había dejado aquello en el sobre? ¿en qué había estado trabajando esos dos años? Las piezas del puzzle comienzan a encajar pronto en el texto de los cincuenta y un poco más tarde en la película de los 2000. El proyecto es la creación de una máquina que predice el futuro y el remitente de los objetos es él mismo, que ha visto su propio destino antes del borrado de cerebro. Algo más tarde descubre, además, que el hecho de la máquina pueda predecir acontecimientos venideros, los termina provocando (plagas, bombas atómicas, lo normal...), con lo que hay que acabar con el artilugio en cuestión.

El protagonista va descubriendo poco a poco el significado de los objetos
No entro en el final de la historia porque, en mi opinión, no está a la altura del concepto ni quiero entrar en terreno spoiler. Pero el hecho de conocer los acontecimientos futuros y que el protagonista intente interferir en su propio libre albedrío desde un pasado que no recuerda para modificarlo y generar una nueva línea temporal es toda una proeza narrativa. Y en ningún momento viaja en el tiempo, solo ve el futuro a través de una ventana. El efecto de la clásica visita del yo del futuro al yo del pasado para proporcionarle una información valiosa para su superviciencia se invierte magistralmente gracias a la falta de recuerdos; es el yo del pasado que se comunica física (y postalmente) con su homólogo del futuro y le ayuda anticipándose a la calamidad, primero universal y luego propia.

Así predicen el futuro los protagonistas de Paycheck (2003)
Analizando detenidamente el engranaje del juego que nos propone el autor, entramos en barrena, sí. La predicción que Jennings hace de sí mismo y cómo va a ir necesitando los objetos es lineal e inalterable. Es decir, que si nos atenemos a la lógica del efecto mariposa, él no puede ver qué va ir necesitando según los va usando porque modifica los acontecimientos. Ya empleado el primer objeto la progresión prevista se alteraría y el resto de su visión sería 'falsa', con lo que la premisa de toda la historia no tiene ningún sentido. Una lástima cuántica, la verdad.

Dicho esto, si tenéis oportunidad de pillar el relato o ver la película tras esta crítica, os lo recomiendo. No tanto que vayáis a ver la última de X Men por el título o por su amago de trama de viajes en el tiempo. Eso sí, si simplemente sois fans la saga (y/o, también de Herr Michael Fassbender), pasaréis muy un buen rato de acción y Fx. Os dejo que voy a mirar el buzón...