La historia es de traca. Narra las peripecias de un niño al que le sale un grupo de enanos, muy narnianos ellos, del armario de su cuarto y se ve obligado a pregrinar junto a ellos por la Historia y la Mitología robando unas cuantas fruslerías -a saber, la Mona Lisa, el bicornio de Napoleón....- para acabar decidiendo el destino del universo en el Templo de la Oscuridad Total. La naturaleza de los viajes es quizá lo menos original de toda esta locura, son agujeros de gusano con Fx de segunda. Pero Gilliam se cuida mucho de dar una explicación muy a su estilo: El Creador, al construir en solo siete días el mundo, se dejó alguna puertecilla abierta y los enanos, de profesión 'chapuzas del universo', tienen la misión de ir cerrándolas. Pero no lo hacen, porque a ellos lo que les gusta es diseñar árboles y deciden robar el mapa del tiempo para, gracias a él, hacerse con un buen botín.
Los enanos, sus gorros de ladrones trastemporales y el mapa de agujeros de gusano |
En realidad, por mucho que me pese de cara a este blog, la trama es una simple excusa para poner en solfa el consumismo atroz -toda las escenas del presente están forradas de plástico— y la obsesión de la tecnología de principios de los ochenta —desde el microondas hasta el robot de cocina, hoy Thermomix—. A falta de paradojas, algo de crítica social, supongo. Aunque he de decir que el responsable de Brazil se acerca a ella con la mejor de las fantasías postmodernas y un humor que, sin llegar a ser The Flying Circus, es digno de tener su sitio entre los clásicos. "¿Conoce usted a los pobres? Permítame que se los presente", le dice Robin Hood /John Cleese, al protagonista; "A Dios no le interesa el silicio", comenta el amo de la Fortaleza de la Oscuridad Total. La aparición estelar de Sean Connery como el rey Agamenón es ya de por sí toda una chufla. "¿Y qué hacías tú en Grecia? -le pregunta uno de los enanos al niño mientras se hunde el Titanic-. Es el país más pobre y que da más quebraderos a Europa". Ahí lo dejo.
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