martes, 7 de abril de 2015

Código fuente, del viaje en el tiempo al multiverso

No hay  mal que cien años dure, dice el refrán. El problema es cuando vives cien veces el mismo año o pasa lo que le ocurre al protagonista de "Código fuente" (2011); que recrea ocho veces los mismos ocho minutos tratando de evitar un atentado terrorista a un tren en el que muere, sí o sí.  Esa es en primera instancia la trama que propone la cinta de Duncan Jones -hijo de David Bowie-. Un argumento de lo más sugerente sobre el papel pero al que le falta mucha imaginación y le sobra más de una trampa en su articulación.

Jake Gylenhaall -actor al que le gusta más viajar en el tiempo en sus películas que a mí comer torrijas en Semana Santa- es el capitán Colter Stevens. Herido en la guerra de Afganistán y trasladado a un lugar indeterminado de EE.UU dentro de una cápsula, tiene como última misión 'encarnarse' en un pasajero de un tren de cercanías a Chicago que es destruido en un atentado terrorista minutos después. Sin saber cómo ni por qué ha llegado a ese punto, Stevens es obligado por un superior, del que no sabremos nada hasta el final, a revivir una y otra vez la secuencia previa a la masacre para investigar quién ha podido ser y evitar que siga atentado. Eso sí, hipotéticamente no puede frenarlo, "no es un viaje en el tiempo", como le intentan persuadir sus jefes más allá de la cápsula, sino una recreación virtual a partir de los recuerdos de los finados viajeros. Y los recuerdos no se pueden alterar.... ¿o sí?

(Alerta spoiler) 

Obviamente la respuesta es afirmativa porque si no, nos hubieran tenido que devolver el dinero de la entrada. Así que el bueno de Gylenhall, al que le toca revivir unos cuantos pares de veces los acontecimientos 'buclecansinos' inventados por lo guionistas, no solo consigue que la boma del tren no explote, sino que también hace que la chica termine enamorándose de él, y aquí (o allí) paz, y después gloria. 

Menos mal, porque si al amigo le dicen que en realidad ha vuelto de Afganistán hecho literalmente pedazos y que su cerebro está conectado a una máquina, le hacen aún más polvo al pobre. Pero bueno, nosotros también nos enteramos al final, cuando sí que ha podido cambiar el rumbo de las cosas, que lo que ha hecho no es ni recrear recuerdos ni viajar en el tiempo, sino desdoblar la realidad en  un universo paralelo. Eso sí, no sabemos dónde, si en su cabeza, si en la nuestra... Vete tú a saber. 

En definitivas cuentas, que salvo un par de aciertos materializados en correos y llamadas interdimiensionales, "Código fuente" es una tomadura de pelo. Primero, porque guarda una sorpresa de base al final -algo prohibido en la narrativa de los viajes en el tiempo- y, segundo, porque se reitera en las explicaciones de lo obvio mientras intenta colártela dejándote sin razón -ni posibilidad de ella- paradojas que luego resulta que no son tales. 

Recomiendo "Moon" (2009), anterior cinta a ésta del director; aconsejo, Starman y Live on Mars, de su camaleónico padre. Ésta, sin embargo, no se la deseo ni a mi peor enemigo. ¡Ah! Y queridos programadores de La1 que nos la pusisteis hace un par de semanas, si queréis abrir boca para los capítulos de la magnífica El Ministerio del Tiempo, hacedlo con un poco más de nivel. ¿Admitiríais sugerencias?

Let the children lose it, let the children use it, let the children boogie...