sábado, 6 de enero de 2018

DARK y el Eterno Retorno

Dos años han pasado ya desde mi última entrada en este blog. Ha habido diferentes motivos por los que no he escrito -entre ellos conseguir que el coche de mi boda fuera un flamante DeLorean-, pero el periodo de sequía ha terminado y vuelvo para refutar mi interpretación filosófica del concepto estoicista del eterno retorno. Lo hago, además, por partida doble, porque ése es precisamente el leit motiv de la serie que me ha devuelto por los caminos del tiempo y de la crítica: DARK.

Dark se desarrolla íntegramente en Winden, un pequeño pueblo rodeado por un frondoso bosque y en cuyo horizonte dominan las humeantes torres de una central nuclear construida en los años cincuenta. La historia que cuenta arranca en noviembre de 2019, pocas horas antes de la desaparición de un niño en circunstancias muy similares a las que se dieron tres décadas atrás, cuando se le perdió la pista a otro joven del mismo pueblo y a la misma altura del año.  Entonces, como ahora, el misterio ahoga a tres familias en concreto —los Nielsen, los Doppler y los Tiedemann—, aunque al espectador nunca dejará de resultarle confuso saber qué personaje pertenece a cuál... y a qué generación. Porque, según se suceden los episodios de la serie, sus historias se entrelazan e intercambian, agujero de gusano —o eso parece— mediante, hasta construir un complejo multiverso en el que el futuro de unos es el pasado de otros, y a la inversa.

Sin embargo, y pese a lo que pueda parecer en un primer momento, este salto mortal con pirueta es abordado por la serie alemana, la primera original para Netflix en este país, con gran maestría y desde una perspectiva absolutamente diferente a la de otras producciones en muchas dimensiones. Intentaré ir en (des) orden.

Revisión al alza del imaginario

A priori, Dark establece tres marcos temporales para el desarrollo de sus diferentes tramas: 1953, 1986 y 2019. El periodo comprendido entre ellos no responde al azar, sino al ciclo del sol, que solo coincide en longitud y latitud para un mismo día del año cada treinta y tres de éstos.

Otra originalidad que aporta la serie y que nos recuerda a la tan injustamente olvidada "El experimento Filadelfia" es que no estamos seguros en ningún momento de las condiciones que se tienen que dar para que el salto se produzca y, menos aún, cómo y si se puede dirigir. Hasta bien entrada la serie siquiera acompañamos a algún personaje en el proceso, y cuando lo hacemos, descubrimos en paralelo que también podría existir una máquina que lo propicie, un ingenio desarrollado (o no) por un relojero llamado H.G.Tannhaus que antes (o después) escribirá, como su tocayo de iniciales Wells, un libro sobre viajes en el tiempo.

También encontramos clásicos del género como objetos que vuelven tras ser destruidos –las cartas de Mikkel- y referencias estáticas que, más que dar un punto de referencia, lo invierten –las dos torres de la central nuclear-. Pero incluso en estos casos, la reinterpretación es brillante y todo armoniza.



Entre la filosofía y la ética

Los siguientes dos aspectos de esta serie que me fascinan, entran de lleno en la filosofía de los viajes en el tiempo, en la que tan poco se atreven a entrar obras recientes, ya sean literarias o cinematográficas. El primero, es como he apuntado, el del eterno retorno y, el segundo, la ambivalencia de los conceptos del bien y del mal a la hora de interferir en el continuo espacio tiempo. Como diría el proverbio, el infierno está empedrado de buenas intenciones.

En el caso de la Teoría del Eterno Retorno, Dark nos pregunta, y aunque parezca también contestar, no lo hace, si hay posibilidad o no de cambiar los acontecimientos -en ningún momento deja claro si estamos ante un bucle o si estamos ante alguna punta de lanza-. Pero lo mejor de este apartado es que ese regreso constante no se circunscribe únicamente a los 33 años que dura el ciclo ni, menos aún, al lugar donde suceden los acontecimientos condenados a repetirse –el claustrofóbico y omnipresente Winden-, sino al principio y al final de los tiempos, donde o cuando quiera que se encuentren.  En este sentido, estamos ante un nuevo Perdidos, mucho más serio y oscuro.

Este aspecto enlaza con el dilema sobre el bien y el mal del que os he hablado antes. En Dark tenemos al maquiavélico y eterno padre Noah, que le gusta experimentar más que a su paisano, el doctor Mengele, y al torturado Jonas, que se debate (OJO SPOILER) entre salvar a su padre o desaparecer de la existencia. Lo mejor, o lo peor, es que tampoco sabríamos decir si las consecuencias de los actos de ambos son buenas o malas para el resto de personajes, que también hacen y deshacen en lo que creen que es lo debido y el conjunto de la Humanidad. Ahí es poco.


De la ciencia ficción al terror

Llegamos al apartado artístico de la serie, otra maravilla. Desde su careta caleidoscópica hasta sus cliffhangers, siempre distintos pero igual de inquietantes, esta obra maestra en diez dosis se presenta como un enjambre de historias, donde los personajes de Winden son aún más oscuros que sus bosques. Infidelidad, avaricia, adicción, rencor, asesinato... Todos muy bien dibujados y que, si se visiona en la hora bruja, hacen que Dark pase del sutil sci fi al terror más abrupto. Algunos, y creo que yo estoy entre ellos, elevan su versatilidad en ese sentido a la mismísima Twin Peaks.

Retomo el adjetivo sutil para definir también la ambientación ya que, con muy pocas variaciones, podemos ver las diferencias entre una época sin apenas estridencias, salvo algún cubo de Rubik de más o un móvil de menos. No hace falta recurrir en ningún momento a aclaraciones por subtítulos, aunque de vez en cuando aparezcan –insisto, otro aliciente de la serie es que no hay un patrón para presentarnos visualmente los arcos-.

Y voy a parar porque como post de vuelta ya es bastante. Simplemente adelantaros que Netflix ha confirmado ya segunda temporada para mi pesar, porque el season finale es magnífica. Aunque lo mismo ocurre como con Regreso al Futuro y nos encontramos con otra deliciosa vuelta de tuerca de nuestros amigos de Winden..

Hasta mañana que será ayer.


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