lunes, 3 de noviembre de 2014

Tempus, otra de viajes en el tiempo en el idioma de Cervantes

¿Para qué viajar en el tiempo? Hace meses que me hago la misma pregunta. Supongo que depende; conocer un futuro al que no llegaremos, presenciar un acontecimiento histórico, rectificar un error personal o familiar... Algo tengo claro; todos encontraríamos un motivo, cualquiera que fuera nuestra naturaleza. Todos, salvo que perteneciéramos a una en particular, que fuéramos inmortales. ¿Sería necesario añadir o restar horas al reloj si tuviéramos todo el tiempo del mundo?


En mi modesta opinión, no; pero Nerea Riesco parece haber pensado lo contrario colocando esta raza como protagonista de su última novela, Tempus. Y no yerra del todo. Porque, pese a que el argumento no descansa sobre un 'simple mortal' —como debiera ser en este tipo de narraciones para no restar protagonismo al propio género—,  su base científica —la del cronoviaje, no la de la inmortalidad— salva la historia con creces. 

En realidad, la trama es muy sencilla. Tempus narra las vicisitudes de un inmortal y la hija de un científico antes de emprender un viaje de regreso al pasado para impedir los abusos de los suyos a través de los siglos. En el periplo se topa con la policía y sus compañeros de raza. Pero lo mejor es que también lo hace con la ciencia.

Y ese es el quid de la novela. Solo por su base divulgativa merece la pena recorrer las subtramas trastemporales del resto de  inmortales y un escenario que, por intentar en ambos casos resultar fáciles de identificar, se hacen demasiado reiterativos. Más allá de ese marco, la autora bucea en la física cuántica con mayúsculas, no la de bolsillo, sino la más farragosamente bella, para explicarnos cómo, cuándo y por qué, podríamos viajar en el tiempo.

Hay algunos críticos que, precisamente han tachado esta parte de excesivamente densa, pero no opino lo mismo. Ya era hora de que una novela de género abordara el salto temporal con conocimiento de causa y no con fórmulas falsas cuya complejidad evita que nos demos cuenta de lo absurdo de su planteamiento. No. Nerea Riesco nos lleva, metafórica y literalmente al CERN y nos pone al servicio de sus investigaciones y las de sus asesores.

Lástima que Tempus sea una novela "calcetín" y que, al concluirla, te apetezca que la autora la hubiera dado la vuelta y hubiera empezado precisamente donde concluye, en una visión caleidoscópica del tiempo realmente excitante. ¿Quién sabe? Quizá así pueda explotar al inmortal y ya intemporal protagonista. Lo mismo es el inicio de una saga... Eso sí, esperemos que en el apartado rosa, los amantes esta vez sean de distinta línea temporal; sería sublime.



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